Ojalá que nunca me veas llorar lágrimas negras por ti, ojalá que nunca veas como el hielo se derrite, porque estarás indefenso, no conocerás más peligro que el de tus pasos, más frío que el de tus manos, más dolor que el de tu corazón. Cuando abras los ojos conocerás la fuerza de tu poder, del poder que te une a la tierra que pisas. Y por fin entenderás que no hay nada que hacer, que de nada sirven las frases inconexas que acuden a tu mente, cada vez más rápido y siempre sin sentido. Por fin entenderás cómo me siento, abandonada en medio del mar de guisantes, con la única ayuda de una pluma de cristal quebrado y unas cuantas hojas de papel amarillo.