Cuando una película te golpea la boca del estómago constantemente con pequeños golpecitos que se van acumulando hasta que tienes que explotar a la salida y romper a llorar.
Cuando sales de la sala del cine y no puedes fijar la vista en nada, y te quieres evaporar, y el mundo no parece real bajo tus pies.
Cuando te crees más fuerte que nadie y piensas: "bah, tampoco es para tanto", y de repente a la salida de la proyección te rompes en pedacitos.
Cuando pasadas varias horas del visionado aún estás en shock y sabes que una herida finita tardará un poco en cicatrizar, y te alegras por ello.
Cuando sientes tanta empatía por los personajes a pesar de la frialdad y la distancia, que es imposible que salgas bien de la sala.
Cuando un director de cine hace que escribas estas sensaciones para poder ir sanando y eso te gusta, es que tiene algo.
Cuando sales de la sala del cine y no puedes fijar la vista en nada, y te quieres evaporar, y el mundo no parece real bajo tus pies.
Cuando te crees más fuerte que nadie y piensas: "bah, tampoco es para tanto", y de repente a la salida de la proyección te rompes en pedacitos.
Cuando pasadas varias horas del visionado aún estás en shock y sabes que una herida finita tardará un poco en cicatrizar, y te alegras por ello.
Cuando sientes tanta empatía por los personajes a pesar de la frialdad y la distancia, que es imposible que salgas bien de la sala.
Cuando un director de cine hace que escribas estas sensaciones para poder ir sanando y eso te gusta, es que tiene algo.
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