Estrellas sobre un cielo en penumbras, payasos en una fiesta de cumpleaños con tarta de chocolate y merengue, días de playas de arenas negras, el aroma de la menta, el sabor de las fresas, el olor de los vaqueros nuevos, el sonido de una clase de canto al pasar por la calle, el tacto de una mano que se hunde en un saco de lentejas. Todo esto es lo que me gusta recordar del verano.
Me gustaría no acordarme de los malos momentos; ojalá que nunca se hubiese cerrado aquella ventana que hoy ya ni siquiera puede abrirse; qué metáfora más brutal de la muerte.
Se marchó de mi vida cerrando la puerta de atrás y dejando pisadas de barro en el salón.
Del cielo brotaron enormes lágrimas de cristal que se rompieron al caer pesadamente al suelo.
Y en la estantería del fondo comenzaron a crecer telarañas.
No puedo escribir los versos más tristes esta noche, pero sí pensar que no la tengo, sentir que la he perdido, oír la noche inmensa y el aullido de los perros en la lejanía, y el verso cae al alma como al pasto el rocío, porque en noches como ésta la acurruqué entre las sábanas, y mi alma no se contenta con haberla perdido.
Porque éste es el dolor más grande que ella me ha causado, pero éstos no serán los últimos versos que yo le escriba.
07-06-05
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