Mi mente es un collage, está llena de ilusiones que se desvanecen; en ocasiones la llena un vacío polar, frío, cortante; pero otras veces se hincha de emociones y parece que va a explotar.
La mente es un misterio para el alma, y el alma es un misterio para mi.
Recorro tu espalda con mi dedo y me detengo en el hueco de la clavícula. A veces me gustaría ser muy pequeña para acurrucarme en la palma de tu mano y que sean tus pasos los que me lleven a través de la niebla.
Siento tu aliento cómo susurra en mi nuca las palabras del viento, mientras tú das media vuelta y recoges los cristales del suelo. Cierro los ojos y ante mí se abre una vasta extensión de nieve y yerba gris, el cielo se viene contra mi y de pronto estoy cayendo en medio de miles de flores de algodón.
Cuando regreso siento cómo me lames las heridas con tu lengua de trapo, y un pájaro se agarra del alféizar de la ventana para no caerse. La chimenea escupe fuego y el corazón cada vez late más deprisa; los músculos se tensan, carne y pensamiento se unen en un todo inseparable; los dientes rechinan y el sol y la luna se persiguen sin llegar a tocarse.
De pronto las palabras se van, la nieve se derrite, los labios se pliegan tras el grito, las emociones huyen, y una calma realmente sospechosa se apodera de mi. Por fin respiro y dejo salir todo aquello que me apretaba. Abro los ojos y me miro en el espejo de la solitaria habitación, en una soleada tarde de verano.
La mente es un misterio para el alma, y el alma es un misterio para mi.
Recorro tu espalda con mi dedo y me detengo en el hueco de la clavícula. A veces me gustaría ser muy pequeña para acurrucarme en la palma de tu mano y que sean tus pasos los que me lleven a través de la niebla.
Siento tu aliento cómo susurra en mi nuca las palabras del viento, mientras tú das media vuelta y recoges los cristales del suelo. Cierro los ojos y ante mí se abre una vasta extensión de nieve y yerba gris, el cielo se viene contra mi y de pronto estoy cayendo en medio de miles de flores de algodón.
Cuando regreso siento cómo me lames las heridas con tu lengua de trapo, y un pájaro se agarra del alféizar de la ventana para no caerse. La chimenea escupe fuego y el corazón cada vez late más deprisa; los músculos se tensan, carne y pensamiento se unen en un todo inseparable; los dientes rechinan y el sol y la luna se persiguen sin llegar a tocarse.
De pronto las palabras se van, la nieve se derrite, los labios se pliegan tras el grito, las emociones huyen, y una calma realmente sospechosa se apodera de mi. Por fin respiro y dejo salir todo aquello que me apretaba. Abro los ojos y me miro en el espejo de la solitaria habitación, en una soleada tarde de verano.
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