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¿Cómo es tu día a día?, ¿cómo soportas el tedio, la soledad?.
La primavera se va y deja tras de sí el calor del sol.
Yo antes era un oasis en medio del desierto, hace poco tú eras mi casa, la playa donde me refugiaba en medio de la tormenta. Entre tus brazos encontraba la paz. Sólo cuando dormía a tu lado me abandonaba al sueño más profundo. Ahora he aceptado la idea de que jamás volveré a conciliar el sueño como antes.

Las almas gemelas no existen; las almas en pena si. Vuelan por encima de nuestras cabezas sin que sepamos que están ahí, como pequeñas nubecillas grises que de vez en cuando descargan un pequeño rayo que nos taladra el cerebro y el corazón.
Las almas en pena tienen alas negras con grandes plumas brillantes.

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Soy egoísta, soy curiosa, soy un artista, funambulista, corredor de fondo, feliz y triste a la vez. Soy un pez en una pecera, una tortuga bajo el sofá, un cuento a medio terminar. Tengo ganas de ti, me muero por tus huesos. Soy un globo inflado con la superficie brillante, a punto de estallar. Escribo en mi móvil al mismo tiempo que camino por la calle, si, y es probable que me choque contigo en cualquier momento un día de estos y que te haga daño. Soy una hoja que cae de un árbol por culpa del viento. Estoy en una esquina bajo mi paraguas verde viéndote pasar. Soy un perro apaleado, un día de verano azul, una noche de tormenta. Un camino de baldosas amarillas, tu escudo, tu lastre, tu colchón. Estoy aquí siempre, bajo la lluvia, soy una estatua de sal, un cruce de miradas.
Miedo, angustia, susto, escribir a lápiz, hacer borrón y cuenta nueva. Quererte, odiarte, sufrir hasta más allá de las nubes, hasta el más profundo de los océanos. Volar con alas de papel a ras de suelo, caer incendiada de golpe contra el frío mármol de mi habitación. Cuando sueño todo es grande y silencioso, cuando respiro a tu lado se me quiebra el corazón. Por la mañana lo recojo y lo pego;   y todo esto es tan inconexo… Palabras azules sobre mis pies, un libro amarillo que revienta en mi cama, unos dedos que se desperezan entre mis sábanas. El sol de la mañana entrando por la ventana y los gritos de los niños en la calle; y todo esto es tan salvaje… Respirar a veces duele, dormir a veces no es bueno. Unas copas de más en el balcón, la nieve cae en la nevera. Te cojo de la mano y me miras, nuestros dedos se entrelazan y se sueltan, como si fueran de goma blanda y resbaladiza. Los guisantes crecen por toda la ventana; y a mi me va a estallar la cabeza…