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Dos de la mañana.

La felicidad es completa cuando mi hija de casi tres meses me dedica una sonrisa al verme llegar, cuando intento dormirla a las dos de la mañana y de pronto se encuentran nuestros ojos, y me veo reflejada en su mirada azul y cuando despues de obsequiarme con sus risas se queda dormida en mis brazos.
La felicidad es completa en mi casa desde hace casi tres meses. Son las noches sin dormir, la felicidad se esconde en una caja de mini calcetines, en una cocina sin limpiar, en la ropa sin planchar. 
La felicidad está en los pequeños descubrimientos del día: los extraños ruidos de los bebés, el poder de los Beatles para calmar un llanto, las chupas que brillan en la oscuridad, el registro vocal en aumento de mi hija, la música de meditación para bebés, la analgesia de la teta o el poderoso foulard de porteo. 
La felicidad llegó a mi casa con el frío en el invierno más cálido que recuerdo. La felicidad se llama Inés y está ahora mismo acurrucada en mi pecho. 

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Soy egoísta, soy curiosa, soy un artista, funambulista, corredor de fondo, feliz y triste a la vez. Soy un pez en una pecera, una tortuga bajo el sofá, un cuento a medio terminar. Tengo ganas de ti, me muero por tus huesos. Soy un globo inflado con la superficie brillante, a punto de estallar. Escribo en mi móvil al mismo tiempo que camino por la calle, si, y es probable que me choque contigo en cualquier momento un día de estos y que te haga daño. Soy una hoja que cae de un árbol por culpa del viento. Estoy en una esquina bajo mi paraguas verde viéndote pasar. Soy un perro apaleado, un día de verano azul, una noche de tormenta. Un camino de baldosas amarillas, tu escudo, tu lastre, tu colchón. Estoy aquí siempre, bajo la lluvia, soy una estatua de sal, un cruce de miradas.
Miedo, angustia, susto, escribir a lápiz, hacer borrón y cuenta nueva. Quererte, odiarte, sufrir hasta más allá de las nubes, hasta el más profundo de los océanos. Volar con alas de papel a ras de suelo, caer incendiada de golpe contra el frío mármol de mi habitación. Cuando sueño todo es grande y silencioso, cuando respiro a tu lado se me quiebra el corazón. Por la mañana lo recojo y lo pego;   y todo esto es tan inconexo… Palabras azules sobre mis pies, un libro amarillo que revienta en mi cama, unos dedos que se desperezan entre mis sábanas. El sol de la mañana entrando por la ventana y los gritos de los niños en la calle; y todo esto es tan salvaje… Respirar a veces duele, dormir a veces no es bueno. Unas copas de más en el balcón, la nieve cae en la nevera. Te cojo de la mano y me miras, nuestros dedos se entrelazan y se sueltan, como si fueran de goma blanda y resbaladiza. Los guisantes crecen por toda la ventana; y a mi me va a estallar la cabeza…