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Hoy me han dado soledades

Hoy me han dado soledades, un texto del 18 de agosto de 2017

¿A dónde se fue el tiempo?, ¿a dónde la inspiración, las ganas de escribir?, ¿dónde quedaron todas las libretas, los bolígrafos y las hojas sueltas que había por toda la casa?. Han sido sustituidas por el móvil, por las redes sociales, una niña de dos años y muchos juguetes.
¿Esto es hacerse mayor?, ¿acaso envejecer quiere decir que hay que dejar atrás cosas que nos hacían felices?
Hace mucho tiempo que no encuentro un libro que me remueva, que me renueve las ganas de escribir, que me haga pensar, ni siquiera que me atrape lo suficiente para buscar cualquier hueco para leerlo. Hace muchos libros que no me acabo un libro.
Hace mucho tiempo que no escribo de mí, que no me miro hacia adentro, cuando escribo lo hago sobre otra persona, esa que me roba todo el tiempo y a la que adoro; esa que tiene un blog y hasta un hastag para ella solita. Y me he dado cuenta de que cuando escribo casi siempre es una queja. Hace mucho tiempo que no me miro el ombligo.

Hoy me ha dado por pensarme, por mirarme. Hoy me han dado ganas de volver a escribir, pero no sé por donde empezar. Hoy me han dado ganas de sentirme sola por un momento, de tener tiempo para mirar al cielo. Hoy me han dado soledades. Soledades y miedos, gritos y silencias de una noche tranquila de verano; luces y sombras, grillos en la lejanía y también coches. Vida y muerte, mucha muerte ahí al lado. Miedos, gritos, sombras, muerte. Y grillos en la lejanía.
18-8-2017

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Soy egoísta, soy curiosa, soy un artista, funambulista, corredor de fondo, feliz y triste a la vez. Soy un pez en una pecera, una tortuga bajo el sofá, un cuento a medio terminar. Tengo ganas de ti, me muero por tus huesos. Soy un globo inflado con la superficie brillante, a punto de estallar. Escribo en mi móvil al mismo tiempo que camino por la calle, si, y es probable que me choque contigo en cualquier momento un día de estos y que te haga daño. Soy una hoja que cae de un árbol por culpa del viento. Estoy en una esquina bajo mi paraguas verde viéndote pasar. Soy un perro apaleado, un día de verano azul, una noche de tormenta. Un camino de baldosas amarillas, tu escudo, tu lastre, tu colchón. Estoy aquí siempre, bajo la lluvia, soy una estatua de sal, un cruce de miradas.
Miedo, angustia, susto, escribir a lápiz, hacer borrón y cuenta nueva. Quererte, odiarte, sufrir hasta más allá de las nubes, hasta el más profundo de los océanos. Volar con alas de papel a ras de suelo, caer incendiada de golpe contra el frío mármol de mi habitación. Cuando sueño todo es grande y silencioso, cuando respiro a tu lado se me quiebra el corazón. Por la mañana lo recojo y lo pego;   y todo esto es tan inconexo… Palabras azules sobre mis pies, un libro amarillo que revienta en mi cama, unos dedos que se desperezan entre mis sábanas. El sol de la mañana entrando por la ventana y los gritos de los niños en la calle; y todo esto es tan salvaje… Respirar a veces duele, dormir a veces no es bueno. Unas copas de más en el balcón, la nieve cae en la nevera. Te cojo de la mano y me miras, nuestros dedos se entrelazan y se sueltan, como si fueran de goma blanda y resbaladiza. Los guisantes crecen por toda la ventana; y a mi me va a estallar la cabeza…