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Poco a poco descubro cómo es la vida a través de tus ojos, cómo el arco iris que una vez sentí ocultarse tras las montañas vuelve a salir. Cada día que despierto a tu lado es más luminoso, más mágico, siempre hay una nueva aventura, otra ciudad de grandes murallas blancas que conquistar.
Adoro el espacio inexistente entre tu pecho y el mío cuando nos abrazamos, a tu lado siempre hay ternura, en cada momento, en cada situación, siempre tienes una palabra de amor: la palabra justa, el beso apropiado, la sonrisa acertada, la caricia añorada.
Sin embargo, cuando despierto y ya no estás me siento vacía, hundida en el colchón, como con un gran peso que me quiebra el pecho. Eres mi medicina, amor mío, los azucarillos que me dan fuerza para vivir, el jarabe que calma el repiqueteo en mi cerebro, la puerta que deja pasar una corriente de aire que me refresca el alma, las alas de mis pies.

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Soy egoísta, soy curiosa, soy un artista, funambulista, corredor de fondo, feliz y triste a la vez. Soy un pez en una pecera, una tortuga bajo el sofá, un cuento a medio terminar. Tengo ganas de ti, me muero por tus huesos. Soy un globo inflado con la superficie brillante, a punto de estallar. Escribo en mi móvil al mismo tiempo que camino por la calle, si, y es probable que me choque contigo en cualquier momento un día de estos y que te haga daño. Soy una hoja que cae de un árbol por culpa del viento. Estoy en una esquina bajo mi paraguas verde viéndote pasar. Soy un perro apaleado, un día de verano azul, una noche de tormenta. Un camino de baldosas amarillas, tu escudo, tu lastre, tu colchón. Estoy aquí siempre, bajo la lluvia, soy una estatua de sal, un cruce de miradas.
Miedo, angustia, susto, escribir a lápiz, hacer borrón y cuenta nueva. Quererte, odiarte, sufrir hasta más allá de las nubes, hasta el más profundo de los océanos. Volar con alas de papel a ras de suelo, caer incendiada de golpe contra el frío mármol de mi habitación. Cuando sueño todo es grande y silencioso, cuando respiro a tu lado se me quiebra el corazón. Por la mañana lo recojo y lo pego;   y todo esto es tan inconexo… Palabras azules sobre mis pies, un libro amarillo que revienta en mi cama, unos dedos que se desperezan entre mis sábanas. El sol de la mañana entrando por la ventana y los gritos de los niños en la calle; y todo esto es tan salvaje… Respirar a veces duele, dormir a veces no es bueno. Unas copas de más en el balcón, la nieve cae en la nevera. Te cojo de la mano y me miras, nuestros dedos se entrelazan y se sueltan, como si fueran de goma blanda y resbaladiza. Los guisantes crecen por toda la ventana; y a mi me va a estallar la cabeza…